Quizá no es casual que el candidato ideal estuviera caminando por el monte, entre olivos, cuando recibió la llamada de Sánchez. Era casi un milagro encontrar en tiempo récord un ministro/a de Agricultura que no fuera de la corriente susanista, que encajara en la cuota de paridad y territorial, que conociera Bruselas más allá del Manneken Pis y que supiera explicar en 30 segundos qué es el principio de subsidiariedad aplicado a la PAC.
Decía Faulkner que la inteligencia es el poder de aceptar el entorno. En la actual coyuntura, hay más de 40.000 millones de razones para no arriesgar. Con su elección, Sánchez ha contentado a propios y extraños. Y es que Planas pretende representar lo que el flamante Jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno, el consultor político Iván Redondo, denomina liderazgo "antifragil". Una nueva forma de liderar en la era digital que conjuga participación y transparencia con control y seguridad.
Planas hizo un discurso de raya diplomática. Breve, directo, enumerando los argumentos para que todo quedara más claro y estructurado, en esa obsesión por el orden que muchos de los que lo conocen bien subrayan. La única concesión al superlativo la utilizó a la hora de referirse al equipo técnico del Ministerio, “la joya de la corona de de la administración española”. Fue predecible a la hora de confirmar las expectativas, eligiendo aquellas palabras que gustan al sector: pasión, diálogo, PAC, trabajo, profesionalidad y eficacia. Para finalizar con una tímida licencia retórica: "hacer grandes las coincidencias y pequeñas las diferencias".
García Tejerina conectó de verdad con el auditorio cuando fue Isabel. Tras el preceptivo argumentario de partido; "recibimos una España y estamos satisfechos de entregar una mejor", la ex-ministra se emocionó visiblemente cuando dirigió unas palabras de sentido agradecimiento a su secretaria. Abandonó por un momento la austera educación emocional castellana, para retomarla a renglón seguido a la hora de repasar la principales cifras macro que avalan su gestión. Aunque en los últimos tiempos ha coqueteado con el perfil más político, en Tejerina suena impostado. Es más eficaz en el "storydoing· que en el "stoytelling". (Quizá por eso no se ha sentido nunca cómoda con los variopintos directores de comunicación que han pasado por el Ministerio durante la última etapa). Con una comunicación mejorable, Isabel y su equipo se han ganado el respeto de un sector complejo y diverso mejorando la interlocución directa, dando pasitos en transparencia y reduciendo la brecha entre promesa y experiencia. "Lo robusto aguanta los choques y sigue igual; lo antifrágil, sin embargo, mejora", sostiene Iván Redondo.
Tejerina y Planas, dos caras de una misma moneda: la tecnocracia. La ex-ministra traía de serie la seguridad y el control, y quiso avanzar en diálogo y transparencia. Sin ser consciente de ello, se quedó a medio camino en eso que el nuevo "fontanero" estrella de Moncloa denomina liderazgo anti-frágil. Planas tiene poco tiempo por delante para demostrar que ese posicionamiento tiene más de realidad que de marketing político. Por el momento, de las tres emociones básicas de una campaña política, su nombramiento lo ha posicionado en la más positiva: no provoca miedo, no genera rechazo y sí esperanza. Las últimas dos ministras de Agricultura de un gobierno socialista no tuvieron esa ventajosa posición de partida.
Suerte y aciertos.
Quizá no es casual que el candidato ideal estuviera caminando por el monte, entre olivos, cuando recibió la llamada de Sánchez. Era casi un milagro encontrar en tiempo récord un ministro/a de Agricultura que no fuera de la corriente susanista, que encajara en la cuota de paridad y territorial, que conociera Bruselas más allá del Manneken Pis y que supiera explicar en 30 segundos qué es el principio de subsidiariedad aplicado a la PAC.
Decía Faulkner que la inteligencia es el poder de aceptar el entorno. En la actual coyuntura, hay más de 40.000 millones de razones para no arriesgar. Con su elección, Sánchez ha contentado a propios y extraños. Y es que Planas pretende representar lo que el flamante Jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno, el consultor político Iván Redondo, denomina liderazgo "antifragil". Una nueva forma de liderar en la era digital que conjuga participación y transparencia con control y seguridad.
Planas hizo un discurso de raya diplomática. Breve, directo, enumerando los argumentos para que todo quedara más claro y estructurado, en esa obsesión por el orden que muchos de los que lo conocen bien subrayan. La única concesión al superlativo la utilizó a la hora de referirse al equipo técnico del Ministerio, “la joya de la corona de de la administración española”. Fue predecible a la hora de confirmar las expectativas, eligiendo aquellas palabras que gustan al sector: pasión, diálogo, PAC, trabajo, profesionalidad y eficacia. Para finalizar con una tímida licencia retórica: "hacer grandes las coincidencias y pequeñas las diferencias".
García Tejerina conectó de verdad con el auditorio cuando fue Isabel. Tras el preceptivo argumentario de partido; "recibimos una España y estamos satisfechos de entregar una mejor", la ex-ministra se emocionó visiblemente cuando dirigió unas palabras de sentido agradecimiento a su secretaria. Abandonó por un momento la austera educación emocional castellana, para retomarla a renglón seguido a la hora de repasar la principales cifras macro que avalan su gestión. Aunque en los últimos tiempos ha coqueteado con el perfil más político, en Tejerina suena impostado. Es más eficaz en el "storydoing· que en el "stoytelling". (Quizá por eso no se ha sentido nunca cómoda con los variopintos directores de comunicación que han pasado por el Ministerio durante la última etapa). Con una comunicación mejorable, Isabel y su equipo se han ganado el respeto de un sector complejo y diverso mejorando la interlocución directa, dando pasitos en transparencia y reduciendo la brecha entre promesa y experiencia. "Lo robusto aguanta los choques y sigue igual; lo antifrágil, sin embargo, mejora", sostiene Iván Redondo.
Tejerina y Planas, dos caras de una misma moneda: la tecnocracia. La ex-ministra traía de serie la seguridad y el control, y quiso avanzar en diálogo y transparencia. Sin ser consciente de ello, se quedó a medio camino en eso que el nuevo "fontanero" estrella de Moncloa denomina liderazgo anti-frágil. Planas tiene poco tiempo por delante para demostrar que ese posicionamiento tiene más de realidad que de marketing político. Por el momento, de las tres emociones básicas de una campaña política, su nombramiento lo ha posicionado en la más positiva: no provoca miedo, no genera rechazo y sí esperanza. Las últimas dos ministras de Agricultura de un gobierno socialista no tuvieron esa ventajosa posición de partida.
Suerte y aciertos.